lunes, 8 de octubre de 2012

Tentempié.

El silencio incómodo en la habitación, se interrumpía, por el susurro vibrante y vergonzoso; se miraban unos a otros, cada mirada inculpaba a la otra. Pero, las tripas en su calidad de ser, no dejaron de cantar.
Nadie con la disposición de acabar el problema cantor, siguieron callados... y las tripas siguieron cantando...
Hubo un momento en el el que silencio se marchó, tomó sus cosas y salió por la puerta. Las tripas le ofendieron con sus cánticos obscénicos, llénicos de coléricos. Pero, nadie tenia las agallas del silencio, puesto que siguieron callados y continuaron con la reunión sin él. Y así  siguieron las tripas haciendo de lo suyo.
La reunión está aburrida, dijo uno atreviéndose a lo impensado; rompiendo el silencio que ya se había ido.
Las tripas parecen divertirse... Dijo temeroso. Todos lo golpearon con la mirada y luego de hacerlo sangrar pensaron que sería interesante saber que tanto cantaban esas tripas, ¿la estarían pasando bien a través de su necesidad?
Entonces se juntaron en un círculo y decidieron ir a visitarlas, entonces cada uno al mismo tiempo abrió muy grande su boca y comenzaron a meterse dentro de ella, muy cuidadosamente para no dañar nada. Fue algo un poco doloroso.
En su viaje por el esófago pudieron admirar la asquerosidad del cuerpo por dentro, asqueroso pero perfecto.
Y al fin, cara a cara con las ruidosas tripas, ¡pensaron que se divertían! ¡pensaron que tenían ánimos de fiesta! pero no... Tenian hambre, mucha mucha hambre.

Y ocurrió la tragedia, uno a uno fueron devorados por sus tripas, ¡¡mmm!! ¡que rico! decían en idioma tripál,        mientras masticaban feroces con sus dientes blanditos.

Ya no había nada que hacer, fueron digeridos, fueron excreción, fueron su propio tentempié.


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